domingo, enero 14, 2007

Sobre la posición de Panamá en el Consejo de Seguridad de la ONU, por Joao Quiróz Govea

Luego de cuarenta y seis rondas de contienda electoral consecutivas, en las que no hubo consenso, la elección de un candidato (entre Venezuela y Guatemala) para miembro no permanente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, se torno muy complicada, no se vislumbraba la luz al final del túnel, y mucho menos ninguno de los dos países candidatos cedía en su interés por obtener este importante bastión de relaciones políticas e internacionales.

Sin duda alguna, es un organismo que ha recibido muchas criticas entre otras, por la falta de efectividad de sus resoluciones, o mejor dicho porque hay países que hacen caso omiso a las mismas. Se le critica también por la falta de un verdadero poder coercitivo o un organismo dentro del Consejo de Seguridad que haga cumplir las decisiones de ésta.

Con todos sus defectos el Consejo de Seguridad no deja de ser una posición donde hay mucho poder de por medio, y es que entre otras acciones el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas tiene el deber en teoría, de proteger y salvaguardar la paz y la seguridad mundial, lo que irónicamente en la practica significa aprobar o desaprobar acciones militares.

El resultado final de la elección fue inesperado. El 7 de noviembre del 2006 Panamá fue elegido como candidato de consenso para el periodo 2007 – 2009 como miembro no permanente del Consejo de Seguridad. Una noticia que representa un antes y después en cuanto a las relaciones internacionales de Panamá, y a la vez nos indica que tenemos un gran apoyo de la comunidad internacional, fuimos escogidos por 164 votos, cuando Venezuela y Guatemala solo alcanzaban 80 y 120 , respectivamente, y el mínimo necesario para alcanzar la posición eran 128.

Esto representa una gran responsabilidad, y muy en especial en nuestros tiempos, cuando Irak sufre las crueldades de una guerra sin fundamentos, cuando se escuchan voces de todo el mundo que anuncian una carrera por el enriquecimiento nuclear, sea para el fin que sea.

Desde esta posición Panamá debe ser más que nada imparcial, no dejarse manipular, tomar sus propias decisiones sin temer a represalias cuando de asuntos de Derecho Humanitario se trate, porque es un difícil ejercicio de política internacional, en que las grandes potencias muy en especial algunos miembros permanentes del Consejo de Seguridad, tienen intereses creados.
No podemos ceder de ninguna manera, porque ante todo por encima de la política internacional o las buenas relaciones con una u otra nación debe ser respetada la paz y seguridad, la justicia y los derechos humanos de miles de millones de personas alrededor del globo.